Pongamos que hablo de Madrid. Y demos por sentado que hoy os traigo una miniguía y mil razones para que hagáis las maletas y os perdáis por sus calles. Supongamos que sí, pero no es el caso. Y es que me planteo cómo voy a hablaros de una ciudad si como guía soy nefasta. Y es que yo soy de esas que odia los mapas, que se pierde por todas las calles y que la comodidad no es mi prioridad al viajar.
Yo me voy de viaje para alegrarme la vista, para estar todo el día con la boca abierta mirando a todas partes como si nunca hubiese visto una ciudad; yo viajo para enamorarme, del lugar, de sus calles y de sus habitantes, para sentirme como en casa en cualquier otra parte, para experimentar la sensación de libertad cuando nadie te conoce, de empezar de cero.
Y eso es lo que os contaría de Madrid, de esa sensación de libertad cuando recorres la ciudad, de sentirte perdida entre tanta gente y encontrarte a ti misma entre esa multitud. De sentirte como en casa aunque no sepas por dónde vas, pero ya llegarás a algún lugar; y seguro que conseguirá captar tu atención. De enamorarte de edificios que consiguen hacerte ver la belleza de las cosas; de la simplicidad de la belleza que se esconde en cada rincón esperando a que la descubras.
Os podría hablar de sentirte bohemia entre sus calles, como si estuvieras en una novela de Valle-Inclán; de las luces y de colores de la noche madrileña; de pasear por el Retiro y encontrar mil sitios qué fotografiar; porque si hay algo que no se puede negar es que Madrid es fotogénica. Os aconsejaría que hicieses cola para poder pisar el kilómetro cero y así aseguraros de que vais a volver; que esperaseis hasta que se haga de noche para ver la Puerta del Sol iluminada o que os comáis un bocata de calamares en algún bar de la Plaza Mayor.
Pero si hay algo que os recomiendo es que disfrutéis de la ciudad, de la compañía; de ese momento. De cada cosa que sucede durante el viaje, de cada anécdota que os ocurra. Qué disfrutéis de perderos por el metro hasta ser capaces de entenderlo, de preguntarle a todo el mundo cómo se llega a los sitios o de guiaros por vuestra intuición. Qué disfrutéis de las conversaciones, de las risas, de los bailes, de las comidas. Qué disfrutéis tanto como yo he hecho, gracias por la compañía.
Y es que hay algo que tiene esta ciudad que la hace especial, es esa sensación extraña que te deja cuando te marchas, que no hay forma de explicarla. ¡Hasta pronto Madrid!