Hace un tiempo reflexionaba sobre el tema de decir «te quiero» en este momento, cómo reaccionamos ante esta expresión y el uso que hacemos de esta.
¡Qué dilema el de los “te quiero”! Y es que no sabemos cómo usarlos. O bien los regalamos sin más como si fuera las muestras gratuitas que reparten en los supermercados; o bien nos los guardamos para nosotros como si fueran diamantes, y cuando lo decimos, lo soltamos poco a poco, como si nos lo estuviesen arrancando de las mano. No tenemos punto medio.
Por una parte, la gente ha empezado a regalar te quieros así sin más. Y es que desde hace un tiempo da igual el tiempo que conozcas a una persona o la confianza que existe entre vosotros dos, que le quieres, y espera que no le ames también. En la actualidad, se dice “te quiero” como aquel que dice que le gusta comer patatas fritas, así, sin inmutarse; aunque seguramente el de las patatas fritas haría algún gesto que desvelaría que le encantan. Parece que ha pasado de moda eso de decirlo con sentimiento, gesticulando y sintiendo el significado de cada una de esas dos palabras. Ahora ya no tiene importancia decir “te quiero” porque cuando hay excedentes, el producto deja de interesar.
Pero no hay excedentes de te quiero, sino de esas palabras dichas sin más, sin que se te revuelvan las tripas ni te tiemblen las manos. Hay excedentes de decir te quiero sin sentir la majestuosidad de esa palabra. Hay excedentes de te quieros sin sentimientos, de te quieros sin más, sin ninguna acción que lo avale o lo sustente.
Pero al mismo tiempo, estamos escasos de te quieros. Pensad en la última vez que le habéis dichos a vuestros padres que le queréis a la cara y mirándole a los ojos, o a un amigo/a sin que esté escrito en ninguna red social. Y no lo entiendo. Parece como si nos diera miedo, o tal vez vergüenza, o simplemente sea demasiado serio.
Porque decir te quiero significa decir: “te acepto tal y como eres, con tus virtudes y tus defectos, y me gustas así como eres. Confío en ti pase lo que pase, y siempre voy a estar aquí, en las duras y en las maduras. Tú puedes con todo, creo en ti”. Y eso da miedo.
Y tal vez sea la razón de ser de nuestra dilema de decir te quiero. Tal vez el miedo a pronunciar esas palabras, y todo lo que significan se deba al temor de no cumplirlo o tal vez admitirlo y que ese sentimiento no sea mutuo. O tal vez que jueguen con tus sentimientos, porque al fin y al cabo, los más importante y potente que poseemos es aquello que proviene del corazón. Y por ello no los decimos, o tal vez los soltamos a mansalva para contrarrestar el peso de estas palabras.
Así que un consejo, decir te quiero, pero con calma, mirando a las ojos, transmitiendo “gracias por formar parte de mi vida”. La vida pasa muy deprisa, más de lo que nos gustaría, así que aprovecha cada instante, recuérdales a los tuyos que son importantes, que les quieres. Y no tengas miedo, tan sólo los valientes son capaces de hablar de sentimientos, y seguramente aquellos quienes tienen miedo a hablar de ellos son quienes se reirán por el mero hecho de hacerlo.